Alonso terminó segundo en Interlagos. Él y Ferrari fueron mejores que Vettel (sexto) y Red Bull en la dramática carrera final de clima incierto, pero no fue suficiente
Erguido junto al F2012, su mirada perdida exhalaba dolor. Y orgullo. El mismo de millones de españoles que acababan de verlo por televisión. Fernando Alonso se vació en el Mundial de sus sueños hasta quedarse a las puertas de la gloria. Sólo tres puntos le separaron de un título mundial que se esfumó un desgraciado fin de semana en Suzuka. El día que el mejor amigo en el paddock de Vettel (según palabras del alemán) se chocó con Alonso y le obligó al abandono. Sin premeditación, por supuesto.
Sin ese accidente Fernando habría terminado segundo o tercero en Japón, y ayer habría quemado la noche de Sao Paulo para festejar su tercer título. Es la pelota del destino, se tambalea en la red y, en función de donde caiga, cambia las vidas de sus protagonistas. A Alonso la caprichosa diosa fortuna le debe dos, en 2010 y 2012, y a la tercera será la vencida.
Este año los dos habían tenido problemas mecánicos, fallos de sus equipos y a Sebastian sólo le faltaba que alguien se le llevara por delante por salir atrás. Algo que pasó ayer. Estuvo timorato en la primera curva, se quedó séptimo, le tocó Senna y su coche, dañado en la zona del escape izquierdo, siguió tan campante. A Fernando eso mismo le costó un abandono. Maldito Suzuka. También por la increíble no sanción a Vettel en calificación.
El piloto germano se proclamó ayer el tricampeón más joven de la historia y podría ser el nuevo hombre récord de la F-1 si el asturiano y Ferrari no le ponen freno. La carrera fue la muestra de lo que es Sebastian, un rapidísimo piloto subido en un avión, pero que no puede pensar en el coche. Del toque inicial se recuperó de manera soberbia hasta colocarse quinto. Algunos se apartaron... esa falta de profesionalidad empieza a ser ya una lacra crónica de la última carrera del año. Pero supo remontar.
Sin embargo, en cada circunstancia cambiante de la pista, como la salida del coche de seguridad, Seb se enfriaba y perdía comba. Le superaron Kobayashi y un desatado Massa. Y después él y su equipo se equivocaron al poner ruedas de seco cuando estaba para mojado. Se quedó séptimo a las puertas del desastre.
Delante Alonso luchó contra un coche que no estaba en condiciones para optar a la victoria. Como siempre, por cierto, desde el mes de julio. También tuvo un par de errores en forma de excursión con una pista llena de trampas para todos. El primero le costó perder plaza con Hulkenberg y casi otra con Webber en una batalla a cara de perro.
El piloto de Force India fue la sensación de la carrera, un maestro en mojado que hizo media carrera en seco mientras lloviznaba, igual que Button, y al que su único error le costó demasiado caro. Se le fue el coche mientras batallaba con Hamilton y terminó por llevárselo por delante. Lewis se retiró y a Nico le sancionaron con un paso extra por boxes. Alonso, que no podía subir más allá de la cuarta plaza, se colocaba de golpe en el podio y detrás de Massa. Y Felipe, soberbio escudero ayer, le cedió la plaza, colocándole a las puertas de un sueño que al final no se cumplió. Justo detrás de Button. Vettel tendría que haber terminado octavo para que el asturiano ganara el título mundial.
Al final fue sexto y se fundió en un abrazo con sus mecánicos, después de romper en lágrimas por su carrera más estresante. Y llena de altibajos. Su supercoche iba menos bien en seco después del golpe, pero sí en agua y, en el tramo final, no cesó de llover. Ecclestone, amigo personal de su jefe Horner, fue corriendo a abrazarle mientras Alonso recordaba quien era el piloto reconocido por todos como el número uno de la F-1 actual. Más allá de la mécánica y los números.