miércoles, 3 de noviembre de 2010

El viaje a Brasil y la tumba del gran Senna

Hola a todos

Os escribo desde Sao Paulo, y trataré resumiros brevemente este largo día de vuelo en avión con la TAM y desembarco en la colina de las maravillas, donde Fernando Alonso nos hizo gritar de emoción en 2005 y 2006. Como entonces, Fernando ha comenzado el fin de semana recorriendo el circuito a pie, durante cuarenta minutos. Aunque se lo sabe ya de memoria. Vestido de rojo iba a su lado su cuñado y fisioterapeuta Edo Bendinelli, que no venía desde entonces. Otro talismán común en esta final a dos carreras del campeonato 2010. Después le colocaron un par de entrevistas personales y se fue al hotel a ver jugar al Real Madrid contra el Milán. Sigue en ese mundo donde sólo existe la palabra victoria. Fue él único de los candidatos al título que estuvo en la pista. Jaime Alguersuari también acudió al circuito paulista para escrutar cada curva ciega y cambio de nivel en esta pista corta, pero endiablada.
Este es el final, porque todo comenzó con el vuelo de la TAM. Buen asiento para ser turista (mejor que Iberia), discreta pasta y sólo correcto desayuno. En el otro lado de la fila de cuatro un aficionado argentino que me reconoce por la radio ("¿Estás ahora en la COPE, yo te oía en la SER?"). Junto a él, un paraguayo con una escala de cinco horas en Sao Paulo y, a mi lado, un  simpático brasileño que me habla de Barrichello ("Allí no gusta mucho, se le considera un cenizo, siempre le pasa algo").
En los asientos del otro lado del pasillo comienzan a repartirse pastillas de colores, de las que convierten el turista en primera clase y los latigazos de la columna en pellizcos de niños. El avión duerme. Yo sigo mi costunbre de no doparme, admiro en la pantallita a Katherine Hiegl, que me hace llegar a soportar al señor Demi Moore, Aston Kutcher. Mi colega paulista duerme y yo me empiezo a preguntar por el tamaño de su vejiga. Once horas sin levantarse. Para mí que ha visitado a Mr Lexatin.
Llegamos a Brasil, sonrisas y buenos deseos de mis colegas de fila. Una hora y media de espera para el coche de alquiler, otra hora y cuarto hasta llegar al hotel. Sao Paulo sigue nublada y contaminada. Le llevo a Manuel Franco (y también a mí mismo, nunca lo había hecho) a ver la tumba de Senna. Sale el sol en el cementerio de Morumbí. Flores frescas para todos los difuntos y un santuario con dos banderas de Brasil junto a uno de los más grandes (o tal vez el que más). Siento paz y también culpabilidad. Por los seres queridos a los que no fui a honrar hace unos días y por el hecho de poder enturbiar el descanso eterno de un genio irrepetible. Desde la admiración, yo soy muy pequeño para estar un rato a su lado. La ciudad descansa en este prado y bajo el árbol al que peregrinan sus seguidores. Dos velas siguen encendidas. La llama sigue viva...

3 comentarios:

  1. Crack mediático! que romántico y sensible te ha quedado este post... ¿a quién me recuerdan estas descripciones? todo se pega ja, ja, ja. Este fin de semana no te podré escuchar, pero como ganemos el Mundial, me pegaré el gusto de recorrer las calles de Berlín con una bandera de España, que espero que a más de un germano se le atragante! Puxa Alonso, oe!

    ResponderEliminar
  2. Genial narración de la odisea transoceánica. Ojalá tenga Fernando un buen día y que la mala suerte, ya padecida en varios GPs de este año, no haga su aparición y sí la suerte del campeón. Atisbo follón en las dos primeras curvas con el tapón que realizará Nico a los RedBull y Hamilton. De eso se puede aprovechar Alonso. Lástima esa última vuelta en la que el error en el segundo sector echó por tierra la segunda plaza. Mañana estaremos atentos a la narración y a la TV.

    ResponderEliminar
  3. Carlos, te envidio totalmente ... Me encantaría ir allí al menos una vez en mi vida, intentaré hacerlo, mientras solo me queda mirar las fotos y cogerte más envidia!
    Saludos, y que agradable es ver de nuevo "Box 27"

    ResponderEliminar