martes, 23 de noviembre de 2010

Abu Dhabi, recuerdos de una decepción

Hola a todos

Disculpad el retraso en actualizar este blog, pero ya recuperado de las dos semanas más duras del año, os cuento mis vivencias en Abu Dhabi.

Llegada.
Aterricé a las once de la noche del miércoles. Entre pitos y flautas llegué al hotel a las dos de la madrugada. En pie hasta las cinco menos cuarto para entrar en 'El Partido de las Doce'. Al día siguiente, a conocer el Ferrari World y montar en su montaña rusa. Fue lo más divertido del fin de semana, sentir una aceleración más brutal que las de un Fórmula 1, ver cómo se te deforma la cara en los primeros metros y cómo tira del cuello en los cambios de dirección. Hasta 5g. El parque está muy bien, y no lo veo caro por 45 euros. Monté en un simulador, en una torre que sube a toda velocidad y me mojé con un cine activo en el que Alonso te da una vuelta en coche en los alrededores de Maranello. Fernando rodó la llegada al box y contaba jocoso que casi atropella a un miembro del equipo de rodaje... Ese jueves tardé dos horas y media en recibir mi pase, que se perdió por un error curiosísimo...

Viernes. Silencio stampa.
Sin dar demasiadas pistas a los rivales, Ferrari probó diversas configuraciones de ala. No supimos mucho, pero la mejor para carrera, la de Spa, era la peor para calificación. Al final decidieron un compromiso para colocar a Alonso y Massa lo más adelante posible en la parrilla. Es lo que erróneamente y con benevolencia infinita se ha definido en algunos medios como planteamiento conservador para la carrera. Pese a los excelentes tiempos de Fernando, ya sabían que, a pesos similares, los Red Bull eran inalcanzables. No sabían cómo estaban respecto a los McLaren.

Sábado mañana. Cunde la alarma.
"El coche no va, el coche no va..." En los últimos libres cunde el desánimo entre Alonso y su gente. Termina mucho más atrás de lo necesario para ser campeón, a ocho décimas de Vettel, y con serio riesgo de estar quinto o incluso sexto en parrilla. El F10 está peor de lo esperado y se comporta peor con un calor que aflojó por la tarde. Con el asfalto más fresco, el coche mejora en calificación, y, gracias a un tremebundo intento de Alonso, se coloca tercero en parrilla. Pero los McLaren son más fuertes. Y sólo Webber, no sabemos si con un coche tocado por su propio equipo como el de Fernando en Interlagos 2007, está por detrás. Sin embargo, el domingo nos iba a traer una subida de temperatura a la hora de la carrera que también perjudicó al Ferrari. Pero a Alonso le bastaba con hacer una carrera aburrida tercero o cuarto, sin experimentos.

Domingo mañana. Histeria en torno al hospitality rojo.
Si un ambiente era propicio para que alguien en Ferrari cometiera un error por ganas de hacerlo mejor que nadie, ése es el que vivimos la mañana antes de la carrera. Se acumularon los invitados del Santander, con los de la escudería y los de Carabante. Más la Prensa. el presidente de Ferrari, Luca di Montezemolo, y SM El Rey, que estuvo allí el sábado y que, en la parrilla, sólo unos minutos antes de empezar a competir, le presentó a Alonso al Emir y toda su familia. En Red Bull no había prácticamente nadie.

La parrilla.
Alonso transmite nervios y tensión por primera vez en todo el Mundial. Y reconoce que Button le puede pasar en los primeros metros. El ensayo de salida en la vuelta de formación fue malo. Patina el embrague y le pasa Jenson. Es cuarto. En la primera curva no se vuelve loco para evitar una colisión. La carrera fue el reflejo de todos los defectos de la escudería a lo largo del año. Por supuesto, la mala capacidad de improvisación estratégica, pero también la pérdida de poder dentro de la parrilla. Red Bull jugó con sus dos pilotos, y también con los de Toro Rosso, le pidió a Alguersuari que retuviera un par de vueltas a Webber, y que después le dejara pasar. Y también mantuvo en pista más de lo lógico a Buemi para que frenara al pelotón perseguidor. Y, por si fuera poco, Renault también corrió para Red Bull.

La carrera, el error.
Nada que objetar a que Petrov haga su carrera, pero está claro que desde boxes se le pidió que se defendiera, igual que Kubica hizo lo posible por proteger a Vettel de Hamilton. Lewis tampoco pudo pasar a la estrella de Renault. En el caso de Alonso, era casi ocho décimas por vuelta más rápido que Petrov, pero sin potencia a la salida de las curvas y con cuatro km/h menos de velocidad punta. El inglés de McLaren era siete décimas más rápido que Robert, y con más velocidad que el F10. Ninguno de ellos pudo pasar. El circuito impide los adelantamientos. En el caso de Ferrari el error fue especialmente sangrante porque el coche no corría en las rectas y el motor, muy castigado, no aceleraba con la fuerza que sí hacía el propulsor nuevo de Renault.

Postcarrera, las lágrimas.
Fue emocionante ver resquebrajarse a esa roca llamada Fernando Alonso. Se vino abajo en la reunión con sus ingenieros, con el sentimiento de culpa de su equipo, mientras se abrazaba a todos ellos. Y después nos dejó una rueda de prensa a corazón abierta, con las lágrimas luchando por escaparse mientras respondía como podía a las preguntas. "Le hemos hecho un regalo de Navidad a Red bull", afirmaba sin cesar. Vettel, un justo campeón como todos, ganó por la aplastante realidad prestacional de su monoplaza. Fernando acarició el milagro de ganar con el tercer coche de la parrilla. Y lo habría logrado por un punto sólo con quedarse detrás de Button y copiar la parada en la vuelta 23 (siete después de la que hizo) de Hamilton. A Webber, que ha reconocido que todo fue una táctica para engañar a Ferrari, le habrían frenado Petrov y Rosberg.

Epílogo, el martes en el circuito.
Dos días después fui al Yas Marina y los yates habían desaparecido. También los controles a la entrada de la pista. La sala de prensa gigante ya no acogía periodistas. Tuvimos que irnos a la más pequeña de los fotógrafos. Ojeras entre los compañeros, aburrimiento en los equipos, los jóvenes pilotos en la pista... Especial ilusión en la delegación venezolana que acompaña a Maldonado. Chris Dyer se cruza con otro periodista y bromea tocándose el cuello, como si dijera "aún lo tengo en mi sitio".
De momento sólo sabemos que se reforzará ese apartado del equipo. Nadie se ha marchado. Pero Ferrari debe hacer un análisis profundo de el pasado 2010. En el tramo final se quedaron atrás en el conducto F, otra de las pesadillas de la temporada roja. Renault, Red Bull (desde Japón) y, finalmente McLaren, lo hicieron trabajar sobre la parte inferior del alerón trasero. Con más punta en las rectas y más carga en las curvas. En ese espejo de lo peor del equipo rojo que fue Abu Dhabi, también influyó que su F-duct fuera el que estrenaron en abril.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El viaje a Brasil y la tumba del gran Senna

Hola a todos

Os escribo desde Sao Paulo, y trataré resumiros brevemente este largo día de vuelo en avión con la TAM y desembarco en la colina de las maravillas, donde Fernando Alonso nos hizo gritar de emoción en 2005 y 2006. Como entonces, Fernando ha comenzado el fin de semana recorriendo el circuito a pie, durante cuarenta minutos. Aunque se lo sabe ya de memoria. Vestido de rojo iba a su lado su cuñado y fisioterapeuta Edo Bendinelli, que no venía desde entonces. Otro talismán común en esta final a dos carreras del campeonato 2010. Después le colocaron un par de entrevistas personales y se fue al hotel a ver jugar al Real Madrid contra el Milán. Sigue en ese mundo donde sólo existe la palabra victoria. Fue él único de los candidatos al título que estuvo en la pista. Jaime Alguersuari también acudió al circuito paulista para escrutar cada curva ciega y cambio de nivel en esta pista corta, pero endiablada.
Este es el final, porque todo comenzó con el vuelo de la TAM. Buen asiento para ser turista (mejor que Iberia), discreta pasta y sólo correcto desayuno. En el otro lado de la fila de cuatro un aficionado argentino que me reconoce por la radio ("¿Estás ahora en la COPE, yo te oía en la SER?"). Junto a él, un paraguayo con una escala de cinco horas en Sao Paulo y, a mi lado, un  simpático brasileño que me habla de Barrichello ("Allí no gusta mucho, se le considera un cenizo, siempre le pasa algo").
En los asientos del otro lado del pasillo comienzan a repartirse pastillas de colores, de las que convierten el turista en primera clase y los latigazos de la columna en pellizcos de niños. El avión duerme. Yo sigo mi costunbre de no doparme, admiro en la pantallita a Katherine Hiegl, que me hace llegar a soportar al señor Demi Moore, Aston Kutcher. Mi colega paulista duerme y yo me empiezo a preguntar por el tamaño de su vejiga. Once horas sin levantarse. Para mí que ha visitado a Mr Lexatin.
Llegamos a Brasil, sonrisas y buenos deseos de mis colegas de fila. Una hora y media de espera para el coche de alquiler, otra hora y cuarto hasta llegar al hotel. Sao Paulo sigue nublada y contaminada. Le llevo a Manuel Franco (y también a mí mismo, nunca lo había hecho) a ver la tumba de Senna. Sale el sol en el cementerio de Morumbí. Flores frescas para todos los difuntos y un santuario con dos banderas de Brasil junto a uno de los más grandes (o tal vez el que más). Siento paz y también culpabilidad. Por los seres queridos a los que no fui a honrar hace unos días y por el hecho de poder enturbiar el descanso eterno de un genio irrepetible. Desde la admiración, yo soy muy pequeño para estar un rato a su lado. La ciudad descansa en este prado y bajo el árbol al que peregrinan sus seguidores. Dos velas siguen encendidas. La llama sigue viva...